sábado, 18 de agosto de 2012

A 31 años del asesinato del mirista Lisandro Sandoval, el pueblo no lo olvida

Tomé  ha sido cuna de militantes y de luchadores revolucionarios a lo largo de su Historia, pero son bastante pocos los jóvenes de nuestra generación que conocen este importante hecho. Producto de la fuerte y sanguinaria represión proporcionada por la dictadura, dicha comuna – como tantas otras – terminaría por replegarse, fragmentando el tejido social construido con esfuerzo y sacrificio por el pueblo tomecino, generaría un miedo colectivo que encerraría a los trabajadores otrora combatientes en sus oficinas, fábricas, casas… Prontamente, se dejó de practicar la política. Poco tiempo después, se dejaría hablar de política y con esto, se perdería en el olvido un período crucial en la Historia de aquel pueblo el cual, hoy en día, parecería que nunca existió. La memoria estaría perturbada por el estupor generado por la dictadura y por el nuevo ritmo de vida neoliberal impuesto a sangre y fuego.  
Así pues, el orden del nuevo sistema económico castigaría fuertemente a Tomé por estar del lado de los pobres y explotados: Sería castigada con la progresiva cesantía producto de la disminución de las fuentes de trabajo, la diminución de los salarios y el posterior cierre de las emblemáticas fábricas que en otro momento serían la trinchera de las luchas populares. Atrás quedaría esas gloriosas fábricas FIAP y Bellavista-Oveja Tomé, siendo esta última la cuna del primer Frente de Trabajadores Revolucionarios (FTR) de nuestro país. Por otro lado, existiría esa cruda realidad que a tantos les incomoda; hubo una brutal represión a los simpatizantes y militantes de izquierda, en especial a los del MIR, los que serían literalmente “cazados” por la dictadura al ser un peligro para el régimen militar. En palabras de Ascanio Cavallo, en el libro La historia oculta del Régimen Militar:
“Poseían [los militantes del MIR] un exacerbado sentido de lucha y todo lo subordinaban a la causa. Desconocían la mayor parte del trabajo clandestino. Unos cayeron con las armas en la mano. Otros fueron detenidos en las calles, en sus casas, delatados por ex camaradas. No dieron ni pidieron tregua en aquella lucha soterrada, sabida por algunos, intuida por otros, ignorada por la inmensa mayoría”

Hoy destacamos a un militante en particular de la comuna de Tomé, Lisandro Sandoval Torres, pescador artesanal y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) El cuál sería asesinado por los aparatos represivos de la dictadura el 17 de agosto de 1981, a las 19:40 horas, a la edad de 26 años.

Lisandro Sandoval Torres

Hijo menor de una familia de 8 hermanos, desde muy joven se mostró interesado en política, participando de diversas agrupaciones, además de ser presidente del centro de alumnos del Liceo Industrial de Tomé hasta poco después del Golpe de Estado. Es apresado poco después del golpe, con tal sólo 18 años,  por romper el toque de queda, siendo recluido en diversos centros de detención, en donde fue torturado fuertemente. Lograría salir en  libertad sin cargos, el 8 de octubre de 1974 producto de que la Cruz Roja Internacional denunció – y por las constantes presiones de los familiares más cercanos – lo grave de sus heridas causadas  por las torturas.
Se va al exilio en enero de 1975, – en gran parte por su delicado estado de salud – pocos meses después de la caída en combate de Miguel Enríquez, incorporándose a las tareas de construcción de los grupos de apoyo al MIR y la resistencia, para luego volver clandestinamente en 1978, en el marco de la denominada "Operación Retorno". Desde entonces, sería fuertemente perseguido por la CNI. Tras ser buscado constantemente por dicho organismo de inteligencia, pudiendo eludir el acoso durante un tiempo, el 1° de mayo de 1980 es atrapado junto a su esposa a la salida del acto ecuménico efectuado en la Catedral de Concepción. Tras poner un recurso de amparo, 5 días después ambos son liberados por falta de méritos, pero sin salvarse de la golpiza y de las torturas propinadas por los cenetas.
Casi un año después, en vísperas de semana santa, su casa ubicada en aquel entonces en la ciudad de Lirquén, sería allanada por un fuerte contingente compuesto por cerca de 30 agentes de la CNI. Desarmado, Lisandro logra escapar con vida gracias a la ayuda solidaria de los pescadores del sector, pero uno de sus  hermanos y su cuñada serían detenidos y desaparecidos en algún lugar de Santiago, para luego pasar más de 8 años en las cárceles de Concepción y Coronel.
Un mes después de ocurrido aquel incidente – y pese al recurso de amparo puesto por su esposa – el Ministro del interior de la época, Sergio Fernández Fernández, publica a través de la prensa una lista con un total de nueve personas “requeridas” por el ministerio que él presidía. Esto sería una muestra del intento de legalizar y legitimar el asesinato de Lisandro, ya decidido por las cabezas del régimen militar.
Ante este llamado – que resultaría una verdadera SENTENCIA DE MUERTE A LA LUZ PÚBLICA – la familia presentaría una serie de recursos de amparo a través del departamento jurídico del Arzobispado de Concepción, quienes los apoyaron desde su primera captura en 1973. Sin embargo, estos esfuerzos del Arzobispado serían catapultados el 17 de Agosto de 1981, día en que la CNI sorprende a Lisandro Sandoval en una emboscada en su domicilio – para aquel entonces en Santiago de Chile – en donde es asesinado en la vía pública, desarmado e indefenso.
   Dos días después, la dictadura lanzaría su “versión oficial” a través de la prensa: Lisandro sería un extremista implicado en hechos terroristas, lo cual justificaría su muerte en manos de los agentes de seguridad  y no de la CNI. Sin embargo, el Arzobispado desmintió rápidamente esto en una declaración pública basada en los testimonios de los testigos de los hechos, los que consignan que fue asesinado sin que pudiera defenderse.
El operativo no duraría más de un minuto; estaba todo premeditado. Se bajaría un ceneta con una metralleta, amenazaría a los testigos, apuntaría con dirección a Lisandro, el que cae al suelo. Tras un segundo disparo, fallecería. Se bajarían 4 civiles de una furgoneta para  cargar el cuerpo sin vida de aquel mirista caído, y subirlo al vehículo, para luego desaparecer rápidamente de la vista de los atónitos testigos.
El 24 de septiembre, su padre solicitaría al pleno de la Corte de Santiago la designación de un Ministro en Visita Extraordinario para investigar las causas y motivos de la muerte de Lisandro Sandoval. Tres meses después del asesinato de su hijo, fallece producto de un infarto cardiaco causado tras el SÉPTIMO y último allanamiento con destrucción de material – ¿eliminación de evidencia? – de su hogar, con la excusa de estar buscando armas. De esta forma, este padre moriría sin que se hiciera justicia, acongojado por cada una de las puertas de los tribunales que se negaban a acoger sus demandas y querellas interpuestas.

1 comentario:

  1. leo y mi corazón está apretado con un nudo en la garganta, pero a la vez el corazón crece y las ansias de seguir adelante luchando hasta el final

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