sábado, 19 de mayo de 2012

No sobreestimar las fuerzas del enemigo, no subestimar las fuerzas del pueblo organizado.


Recordar a Ho Chi Minh hoy parece infructuoso. Nos parece tan lejano el colonialismo, el imperialismo salvaje cuando en realidad lo tenemos frente a nuestros ojos todos los días. No es necesario mirar a medio oriente, cuando en Chile, sufrimos la tiranía de las bolsas de comercio todos los días, con empleos precarios, con la privatización de incluso nuestros bienes más elementales como el agua, la luz, la educación, la salud y para que decir de nuestros recursos naturales, todas políticas que bajan del FMI y del Banco Mundial y que fueron implementadas en Chile a sangre y fuego por nuestros militares financiados por las agencias de seguridad gringas. Cuando hablamos de retomar la iniciativa, hablamos de enfrentarnos mediante todas las formas a este enemigo tan poderoso, y es aquí donde florecer la actitud apasionante de Ho Chi Minh como ejemplo revitalizante de que es posible derrotar al imperio, derrotarlo moral y militarmente, pues EE.UU ganó la guerra de Vietnam sólo en las películas de John Rambo. Ho Chi Minh  nos deja la tarea abierta: no sobreestimar las fuerzas del enemigo, no subestimar la fuerza del pueblo organizada.
    
El 19 de mayo de 1890 nació en la aldea vietnamita de Kim Lien quien llegaría a ser uno de los principales líderes revolucionarios del siglo XX, pondría en jaque a los más poderosos ejércitos de la historia y llevaría a su pueblo a una luminosa victoria: Ho Chi Minh.

Salvando innumerables obstáculos, venciendo enormes dificultades, aceptaría los retos que su misión hallaría en su lucha contra más de un imperio, y se convertiría en un símbolo.
No tuvo que aprender en las aulas las causas de la miseria y los desastres provocados por el coloniaje, porque como cocinero, jardinero, laqueador de antigüedades, pintor, fotógrafo, periodista o paleador de nieve anduvo por Alemania, Suiza, Inglaterra, se identificó con sus iguales y conoció las penurias de los obreros del Canal de Panamá, estuvo en Estados Unidos, viviendo en el barrio negro de Harlem, apropiándose de nuevos conocimientos y lenguas de manera autodidacta.
Su cultura se hizo cada vez más sólida y, de vuelta a Francia a finales de 1917, se incorporó de lleno a la lucha por la liberación de las colonias. Aliado al Partido Socialista francés, dentro de su seno comenzó a ser un abanderado de la emancipación de las colonias de África y Asia. Entonces se llamaba Nguyen Ai Quoc y había fundado un periódico.
En 1930 funda el Partido Comunista Indochino. Poco después es sometido a la prisión política en Hong Kong. De nuevo es detenido en China en 1942 y, con grilletes en los pies, conoce 18 prisiones en 13 distritos. Muy enfermo y solo, no pierde el ánimo, y escribe un centenar de poemas que son un canto a la vida.
Por ese camino —como Ho Chi Minh para la historia, nombre que significa "el que ilumina"—, organizó al pueblo vietnamita e insufló su pensamiento de independencia y soberanía a compatriotas extraordinarios que lo siguieron a lo largo de su vida en la constante lucha contra el colonialismo francés, la invasión japonesa y el imperialismo norteamericano, llevando a Vietnam a la victoria una y otra vez.
Ho Chi Minh fue libertador y constructor de su país bajo la divisa irrenunciable de que: "No hay nada más precioso que la independencia y la libertad".


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