sábado, 26 de mayo de 2012

En defensa de la intolerancia.


Porque históricamente hemos vivido a contrapelo de las modas y "las últimas tendencias", esperamos aportar con esto a destrabar esa politica de incluir "todo" en los programas de la izquierda que se acusa revolucionaria. Todos hemos sido tentados por incluir la defensa de estas luchas, que aunque legitimas, nos mantienen permanentemente en el exoesqueleto del sistema económico, por tanto político que es donde hemos estado fracasando permanentemente. 
La prensa liberal nos bombardea a diario con la idea de que el mayor peligro de nuestra época es el fundamentalismo intolerante (étnico, religioso, sexista…), y que el único modo de resistir y poder derrotarlo consistiría en asumir una posición multicultural.
Pero, ¿es realmente así? ¿Y si la forma habitual en que se manifiesta la tolerancia multicultural no fuese, en última instancia, tan inocente como se nos quiere hacer creer, por cuanto, tácitamente, acepta la despolitización de la economía?
Esta forma hegemónica del multiculturalismo se basa en la tesis de que vivimos en un universo post-ideológico, en el que habríamos superado esos viejos conflictos entre izquierda y derecha, que tantos problemas causaron, y en el que las batallas más importantes serían aquellas que se libran por conseguir el reconocimiento de los diversos estilos de vida.
Pero, ¿y si este multiculturalismo despolitizado fuese precisamente la ideología del actual capitalismo global?
De ahí que crea necesario, en nuestros días, suministrar una buena dosis de intolerancia , aunque sólo sea con elpropósito de suscitar esa pasión política que alimenta la discordia. Quizás, ha llegado el momento de criticar desde la izquierda esa actitud dominante, ese multiculturalismo, y apostar por la defensa de una renovada politización de la economía.
Ese multiculturalismo inocuo y burgués, sólo refleja las condiciones de las luchas de hoy. Se puede legislar sobre todo, en cuanto no sea la politización de la economía.


Sólo una lucha de todas esas ha sido excluida y tampoco representa una casualidad: la causa de las mujeres.
Más allá del problema moral, la causa de la mujer conserva aún su prestigio porque se identifica con todas las mujeres del mundo contra una sociedad patriarcal y su reivindicación no sólo les concierne a ellas, sino a toda la humanidad, ahí la razón de su olvido, puesto que representa la universalización marxista, esa que los sectores especialmente anarquistas niegan incluso en la forma de meta-relatos para ellos ya extintos. La izquierda sólo puede ser universal si defiende en primer lugar a los que carecen de sitio en el sistema: el inmigrante sin papeles, la mujer sin derechos, el habitante del suburbio, el esclavo obrero de la periferia del imperio. Siguen conformando los grupos sociales que Marx consideraba como el crimen de la sociedad entera y su liberación la autoemancipación universal. En ellos reside la universalidad política y también la verdad. Es todo parte en definitiva, del nuevo carácter de la contradicción: modernidad v/s marginalidad. Veamos nosotros y nosotras que posición tomamos al respecto.   

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