En este 1° de mayo, saludamos fraternalmente a todas y todos aquellos que han depositado históricamente sus fuerzas no sólo en sus funciones laborales, si no que también en la lucha por el cambio social. No olvidemos que este día está bañado de sangre del pueblo, por lo que les decimos esos obreros y obreras de la revolución que ofrendaron su vida en el combate y en las reivindicaciones del pueblo, que no los olvidamos y que su caída no ha sido en vano, por que esta nueva generación continuará el proyecto revolucionario de los trabajadores con la consigna clara, luchando por ello hasta la victoria: ¡TRABAJADORES AL PODER!
En este día de los trabajadores y trabajadoras, un especial de la lucha en la zona del carbón realizado por el equipo de El Rojinegro:
En este 1° de Mayo: Rojo y negro en la
zona minera de Coronel y Lota: sangre y carbón
En
el año 1972, Miguel Enríquez, pronunciaba un ferviente discurso frente a una
gran masa de trabajadores, que copaban los espacios de un desbordado sindicato
minero en Coronel, todos pertenecientes a la denominada “zona del carbón”. Se
aproximaba un nuevo proceso eleccionario que determinaría los nuevos dirigentes
y representantes de la CUT, por lo cual, se aprovechaba la ocasión para
proclamar a los candidatos del FTR y además, en todo el ambiente previo a la
elección que se anunciaba, las valiosas frases del propio secretario general
del MIR se dejaban sentir con honda pureza y sentido de lucha, señalando que
estaba “en la cuna del movimiento obrero del sur de Chile”. Claro está, que si
retomamos la memoria colectiva y una mirada hacia al pasado, este mensaje cobra
vida en un entorno de explotación y sufrimiento laboral, entre reivindicaciones
de toda una clase obrera, enfrentamientos y tensiones sociales. Coronel, Lota,
Curanilahue, Lebu, por mencionar algunas de las comunas más relevantes en la
industria carbonífera, desde mediados del siglo XIX, mientras recién se
estabilizaban las profundas raíces de la explotación del mineral, han sido el
ejemplo de los levantamientos sociales: desde el año 1857 que se data, por
ejemplo, la primera huelga obrera en la ya mencionada zona al sur del Bío-Bío,
situaciones y acciones que marcarían también los años siguientes.
En
1891, junto con la guerra civil y el fin del gobierno del presidente José M. Balmaceda,
las clases populares, en diferentes latitudes del territorio nacional, se
pronunciarían con una huelga general que preocupaba de forma notoria a las
élites y altas cúpulas: veían la peligrosidad de este bajo pueblo, que con sus
manifestaciones, lograba apelar y forjar la conciencia de los explotados, de
sus familias y los más necesitados. En las comunas de Coronel y Lota, numerosos
motines y saqueos marcaban el precedente para la posterior organización
mancomunal de grandes procesos de manifestación pública: el comienzo del siglo
XX, el estallido popular de la población por la defensa de sus demandas iba
tomando forma, el mitin reemplazaría las reuniones clandestinas y las
federaciones de los trabajadores se ponían en marcha: los empresarios
elitistas, respondían contratando policías y guardias privados, y secundados
con la presencia del ejército, irrumpían con balas y fuego a los manifestantes,
protegidos solamente con el sentimiento de lucha y de sueños motivados por el
arraigo de la pobreza, impregnando su vida en la profunda oscuridad de la mina.
Luis
Morales, quien liderara grandes organizaciones en la cuenca minera, fue
asesinado por la policía en 1916, sumándose a la decena de muertos y otras
tantas de heridos, víctimas de la más dura marginación y represión. Frente a
todas estas penurias y embates que el sector popular sufría, no había forma de
cesar las voces que en las marchas aclamaban la ansiada justicia social:
hacinamiento en hogares que por lo general eran habitados por seis a doce
personas, piso de tierra y escasa ventilación, falta de agua y luz, viejos y
niños laborando en las faenas de extracción, y la marginación de los
agitadores, marcarían el inicio y la permanencia del conflicto a través del
siglo. La huelga larga del año 1920, la paralización de más de diez mil
obreros, el asesinato de Carlos Barrientos en 1927, quien fuera uno de los
principales ideólogos del movimiento minero y de las ideas socialistas en la
zona, la gran huelga de 1947, seguida del estado de sitio dictado por Gabriel
González Videla que, tanto en Coronel y Lota, mantuvo a casi dieciocho mil
soldados con orden de disparar frente a cualquier insurgente, hasta la huelga
de 1960, que duraría más de noventa días, todos ejemplos del periodo en común
de estos pueblos, la prolongación de sus problemas y la esperanza de todos
ellos en que la victoria popular llegaría: la creación del MIR en 1965 convocaría
a reanudar la acción en contra de los opresores, siendo motivada principalmente
por las condiciones de estos fundadores del movimiento obrero, “revolucionarios
y luchadores en generaciones”. La fuerza con que la izquierda revolucionaria
llegaría a los mineros y pobladores, desde el principio de la organización
misma, mostraría su relevancia y participación: el actuar de Sergio Pérez,
joven coronelino, y la creciente juventud simpatizante, pondrían en curso el
gran proyecto revolucionario. De esta forma, y por estos medios, el MIR crecía
entre las fábricas e industrias mineras, entre sindicatos y recintos
educacionales, forjando las bases del poder popular: el propio Luciano Cruz,
que conocía a cabalidad la zona y su gente, en 1968 dictaba cursos de formación
sindical y política, en las escuelas de verano del carbón, en donde desplegaba
sus capacidades de comunicación, enseñando sobre el socialismo, en palabras y
diálogos tan simples, estrechos y cercanos a los obreros.
En
el año 1970, las manifestaciones en contra de Alessandri se harían sentir: El
día 21 de marzo del año señalado, en Lota, la presentación del candidato del
Partido Nacional es interrumpida por manifestaciones de obreros y mineros, los
cuales a la salida del teatro lotino, dieron un duro ataque a sus
simpatizantes. Bombas de fabricación casera, bolsas con alquitrán y piedras,
fueron lanzadas por los manifestantes. Tanto era el descontento que provocaba
su visita, que incluso el propio municipio coronelino lo declararía como
persona no grata. De forma antagónica se vivió el recorrido del candidato
Salvador Allende, representante de la Unidad Popular. La provincia en general,
lo recibió en grandes actos culturales, con la participación activa de su
población, desde la juventud a los obreros más experimentados. Sin duda que la
conciencia de clase, derivada de la vida cotidiana del obrero y del actuar
político de la izquierda revolucionaria en la zona, se manifestaría en las
votaciones mismas.
Ya con la UP en el gobierno, la colaboración que el MIR prestó a las
organizaciones comunales establecería la gestación del cambio que por más de un
siglo se requería: desde la creación de un grupo de seguridad para el
presidente Allende, pasando por las escuelas de formación hasta los trabajos
voluntarios y las tomas de terreno, como lo fue, por ejemplo, en el sector sur
de Coronel, la toma “Luis Emilio Recabarren”, encabezada por los órganos del
pueblo, como el FTR y el FER, integrado por jóvenes alumnos del principal liceo
de la comuna, respaldadas por pobladores, que entre palos y puños hicieron
fuerza al desalojo y los comienzos de una nueva población. Ya sabemos la
implacable dureza que la dictadura llevó a cabo en las minas, en las
organizaciones populares y en los pobladores mismos, marcando las calles de
sangre roja y de una negra violencia: el proyecto político y económico
neoliberal que los gobiernos de la concertación posteriormente promoverían,
traería profundas heridas a las ya desgastadas tierras carboníferas: lamentablemente,
no fueron consideradas las características sociales del entorno minero, lo que
en definitiva, hasta nuestros días, ha postergado de las virtudes del progreso
a toda la zona.
Sin
embargo, el valor de Lota y Coronel para el movimiento obrero, aun sigue
latente: se colgaron los cascos, la luz de las lámparas ha cesado, pero la
memoria sigue vigente, junto a este sentimiento de gran solidaridad y hermandad
frente a la adversidad y al paso inclemente del tiempo. “De mi tierra vivo y
por mi tierra muero”, mensaje de estos esforzados hombres del carbón, que desde
el pasado se unen para entregarnos en nuestro presente, en una vida plena y más
que centenaria, el drama común de todos nuestros pueblos que reclaman más que
nunca la presencia combatiente de las fuerzas populares.
Grande Fuerza combativa a los trabajadores que mueren de pie y no viven arrodillados.
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