viernes, 2 de noviembre de 2012

El MIR y el campamento Nueva Habana: el desarrollo del partido y del poder popular.

La necesidad del instrumento (partido) y la necesidad de desarrollar el poder popular.

En momentos donde la crisis de representatividad, aquella que pone en entredicho la legalidad y legitimidad de los representantes (clase política), en contraposición con los profundos malestares de los representados. Vale la pena preguntarnos si existen alternativas y/o experiencias que puedan educar la memoria y experiencia popular, en cuanto a la autogestión y democracia directa, participativa y de un profundo sentir comunitario. Allí la experiencia del Campamento Nueva La Habana, aparece desde la profunda llanura social para entregarnos la voz de quienes a punta de sueños, organización y proyecto político construyeron un interesante relato colectivo en la larga historia del poder popular en Chile.

(extraído de "el irreverente")
Desde ese estorbo llamado memoria… un poco de historia
Con la autogestión como eje en la construcción comunitaria y colectiva, nació, el 1 de noviembre de 1970, el campamento Nueva Habana. Producto de la llegada de 1.500 familias provenientes de los campamentos Ranquil, Magaly Honorato y Elmo Catalán al oriente de la rotonda Quilín. La presencia del MIR en el campamento mancomunó las condiciones humanas y voluntades políticas que permitieran diseñar los espacios físicos y sociales de una comunidad. En síntesis, construir barrio desde las necesidades, capacidades y convicciones de los sujetos.

Alejados del modelo peticionista que imponía el antiguo estado de bienestar, los pobladores de Nueva La Habana construyeron su proyecto desde la autogestión. Para ello se dotaron de una organización a través de 26 comités de manzanas. Existía el directorio que representaba el parlamento popular, donde la participación era prácticamente completa, también estaba la jefatura compuesta por 5 miembros. Estas orgánicas regulaban el buen funcionamiento de los Frentes que se formaron al interior de la población, donde todos cumplían una función esencial. Por ejemplo, estaba el “Frente de salud”, compuesto por un policlínico, y una sala de recuperación en su interior. El “Frente Cultural”, donde estaban los Subfrentes como el deportivo, el de teatro, el de educación, etc.

La educación era considerada muy importante y para esto se dispusieron en un principio las sedes de las manzanas como salas de clases, posteriormente un grupo de profesores recién egresados se acercaron a la “pobla” para ofrecer sus servicios, de esta manera se crearon las salas de clases al interior de buses reciclados.
Surgían entonces diversos Frentes, las acciones culturales se volvían numerosas, periódicos, teatro, prensa, áreas verdes, murales. Los comedores populares fueron símbolo de la unión de los pobladores.

Transcurría el tiempo, y pequeñas generaciones observaban a sus padres, hermanos, vecinos, construyendo una población organizada, autónoma. El proceso era colectivo, donde destacaban los liderazgos naturales de la población. Entre ellos, Alejandro “Mickey” Villalobos. Pero reducir a la figura de una sola persona la gesta colectiva de Nueva La Habana, es apostar a la mezquindad del verdadero reconocimiento. Visto con la perspectiva de los casi 42 años de su creación, dirigentes de la envergadura de Villalobos; son consecuencia, significante y síntesis de 1.500 familias organizadas de manera autónoma y autogestionada para constituir una comunidad.

El territorio reescrito
Llegó 1973 y la población Nueva Habana pasó a ser Nuevo Amanecer. No sólo desaparecieron los dirigentes de la organización, sino también los espacios que constituían otra manera de vivir el territorio, desmantelando la arquitectura social del campamento.

Con la represión instalada el día 11 de septiembre y ya teniendo en conocimiento del salvajismo con que las Fuerzas Armadas arremetieron contra el movimiento popular y los revolucionarios. Con toda esta presión amenazadora, era del todo recomendable que el jefe de Campamento y los militantes de partidos populares que tuvieran más connotación, deberían salir del lugar para un mayor resguardo de sus vidas. Es así como el Mickey llama a una asamblea general al día miércoles 12 y le manifiesta a los pobladores que ya nada se puede hacer y que por seguridad propia y del resto de la población ha tomado la decisión de retirarse del campamento.

A la partida de los dirigentes más connotados, sigue la detención de quienes le sucedieron (1). Ocurriendo todo durante la primera quincena golpista y asegurado el descabezamiento orgánico se hace presente un oficial de ejército y nombra por decreto una nueva directiva, manteniendo la estructura orgánica tal como era antes, pero con cambio de nombre para la población. En 24 horas fueron los nuevos dirigentes los encargados de hacer una terna desde la cual surgió el nombre de la unidad poblacional cumpliendo así con las órdenes dadas por el oficial, denominando al Campamento Nueva La Habana como, Campamento Nuevo Amanecer.

Sin estorbar… la memoria como arma

Han transcurrido 42 años de la fundación de Nueva La Habana. Lo transcurrido entre noviembre de 1970 y septiembre de 1973, parecen componer la sinfonía de utopía y ensayos revolucionarios desde la llanura social. No desde la élite. El relato deja manifiesto que mientras la vía institucional al socialismo enarbolada por la Unidad Popular al poco andar mostraba fisuras que la obligaban en burocratizar o gradualizar su propuesta de cambio social. La vía social o popular al socialismo que fue construida en los límites de la legalidad y amparada en la legitimidad de la organización, demanda y la autonomía del sujeto organizado para la consolidación del proyecto. Y esta implementación e instalación se manifestó por la construcción de organizaciones participativas, deliberativas, democráticas y movilizadoras de un sujeto que existió en la medida que lo individual daba paso a lo colectivo. Y esa condición: la del ser social se mantiene en cada rincón de la Nueva La Habana. Una vez más: los muertos, las organizaciones y las ideas que trataron de hacer desaparecer… aún gozan de buena salud.


(1) Jaime Jiménez, J. Carlos Ávila, José Rodríguez, Luis Espinoza, Waldemar Monsálvez, Alejandro Villalobos. Lista de muertos y desaparecidos entre 1973 – 1975. Todos pobladores de Nueva La Habana.

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